sábado, 23 de diciembre de 2006

Un hueco en el tiempo


Antes de ayer, fue un día particular. Me levanté en la mañana con una sensación desagradable debido a un sueño que había tenido, en el que luego de conversar con mis consejeros, me aseguraron que había estado en el bajo astral, es decir en el lugar donde están los elementales, los espíritus básicos y que no logran trascender, entre otros.

Luego de despertar con esa sensación, me encomendé a la virgen y me puse mi escapulario para protección. Ese día tenía en mi casa una cena que había sido planificada días atrás. Mi esposa, que es chef e iba a utilizar su creatividad y habilidad para prepararla. Era una cena especial así que debía ser una comida inolvidable. Por eso había comprado cordero, vinos y una serie de ingredientes que serían la base de platos que no se degustan en Caracas normalmente.

Entonces tomé mis teléfonos celulares, mi billetera y mis cosas y salí a la calle. Primero fui al centro comercial donde me estacionaría y de allí caminaría al automercado a la tienda de vinos, la heladería y los encargos para la cena. Luego de haber comprado las cosas y como es habitual en mi, con un aceleramiento normal por las circunstancias, caminando a un paso rápido y sin pausa, decidí volver a mi casa a llevar las compras. En el camino al estacionamiento (esto es lo que está en mi memoria) tomo mi billetera, donde siempre guardo el ticket del estacionamiento, lo saco, me monto en el carro pongo las bolsas en el asiento del copiloto, y creo haber puesto mi cartera en la consola del centro.

Me paro en la taquilla, pago con un billete de dos mil bolívares que estaba en el cenicero del carro y arranco a toda velocidad para mi casa. Me bajo del carro. Tomo las compras, subo y dejo todo. Bajo de nuevo y me voy a mi próxima parada que era una tienda de cocina donde iba a comprar un termómetro y cuando me voy a bajar del carro, oh sorpresa, no encuentro mi billetera. Y cambia el día.


El impulso hacia el resto del día, es retrocedido en cuestión de segundos. Mi cerebro rebobina el recorrido anterior y empiezo a hacer retrospectiva de mis pasos uno a uno. Soy particularmente cuidadoso y meticuloso con mis pertenencias por lo que no me lograba explicar en qué momento le había perdido la pista. El hecho es que la billetera se perdió. Cayó en un espacio en el que se desmaterializó. Entró en un gap del bajo astral y fue movido de lugar. Es por eso que no la encontré mas. Decidí pasar la página, dedicarme a cancelar las tarjetas de crédito y continuar con los preparativos de la cena, experimentando una sensación de duelo por lo que significa perder la cartera. En el fondo tenía una corazonada de que podía aparecer.

Al día siguiente después de haber pasado una noche extraordinaria, probar vinos de diferentes años que desnudaban su edad en cada movida de la copa, me levanté cansado y sin ningunas ganas de salir de la cama. Pasó todo el día y en la noche mi esposa pega un grito, yo exaltado le pregunto ¿qué pasó?. Me dice que llegó un mensaje de texto a su celular: “que encontraron mis documentos”. Llamo y hablo con el señor que cambia su nombre para protegerse y me cita al día siguiente (hoy) para darme mis documentos, estampitas de la virgen y tarjetas de crédito. Los busco y reflexiono sobre esa lección…

Hoy viendo la película Dejavú, me doy cuenta que el tiempo es relativo y que en el momento que se pierde mi billetera están pasando cosas para que eso suceda y me muestren la importancia del dinero, de mi identidad y de Dios. Las personas que se involucran en devolverla, llamarme, de las manos que pasan están todas conectadas. Lo siento, cada una según su nivel de conciencia aprenderá su lección.

Esta es una historia real, aderezada con mi forma de pensar y ver la vida… Hasta la próxima.

1 comentario:

Anónimo dijo...

vivo en argentina y desearia piramides de cobre para terapia homa
como las consigo
gracias
rinconnatural2@yahoo.com